En un mundo cruel, el arte (también la literatura) siempre han sido las formas más prolíficas para denunciar situaciones de extrema injustícia. Estos artistas han sido reconocidos como transgresores y todas las escuelas se jactan de haber tenido algunos en sus filas.
Sin embargo, hay una extensa mayoría de artistas callejeros que expresan esas mismas ideas transgresoras. Eso si, sin tanto reconocimiento y con un bote de spray o botes de pintura. Su único lienzo, la pared o el mobiliario urbano.
Uno de los grandes desconocidos, pero admirados, representantes de este street art es Banksy.
Se desconoce su identidad de manera íntegra, aunque se podría precisar de una manera incierta que es un artista británico nacido en los '70. Sus obras se caracterizan por su ritmo satírico sobre política, la cultura pop, la moralidad y las etnias. Su arte urbano combina también escritura.
Su obra más reciente y delirante, en la que nos detenemos hoy es su nuevo Benusement Park Dismaland. Para los amantes de lo lúgubre este es un gran retiro espiritual, o era. Su apertura fue el verano ya pasado por sólo 5 semanas. Aún así, una cosa de tal calibre necesita publicidad, para que en un futuro se den nuevos pases a la aventura terrorífica de Dismaland (a dia de hoy se pueden ver eventos en su web hasta Septiembre).
Situado en la localidad británica de Weston-super-Mare, Dismaland es, como el mismo Banksy ha definido, como el “parque del desconcierto”
y, tras sus puertas, los privilegiados visitantes pueden ver de todo: el ruinoso castillo que destaca en el centro
del recinto, nuevas pintadas de Banksy y algunas atracciones, como un
espeluznante carrusel. También cuenta con su réplica tétrica del castillo Disneyland, un control de seguridad falso con atrezzo de cartón o una Cenicienta acosada y fotgrafiada por paparazzi tras el accidente en carroza (morbosa alusión a Lady Di?). En el foso del exterior del castillo, balsas llenas de inmigrantes nos sorprenden tratando de llegar.
Dismaland es mucho más que un conjunto de obras de Banksy críticas con
el capitalismo, el estado de vigilancia (el Gran Hermano vigilante y opresor en ocasiones) o a los
políticos del mundo. De hecho, no todas las obras son suyas: unos sesenta artistas distintos han participado en la creación del parque.
Pero por si fuera poco, los empleados del parque contribuyen a esta tensión. Caras largas, un llamativo chaleco rosa y las clásicas orejas de Mickey Mouse
en la cabeza forman parte de su atuendo. Pero también la desgana
por ayudar e informar a los turistas.
Solo hay cuatro cosas prohibidas en este parque con tintes
postapocalípticos: “la pintura en spray, los rotuladores permanentes,
los cuchillos y los representantes legales de la Walt Disney Corporation”. Los demás pueden entrar.
Passi, passi. Que veurà el pisset!!
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