2018?



“Oscar Wilde decía que no existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo” Así que aquí me encuentro, relatando un episodio de mi vida. Un episodio que comienza de una forma bastante abrupta: Mi Muerte.


Recuerdo que en un segundo me vi suspendida en el aire, a pocos metros de una luz intensa que se acercaba a mí a gran velocidad. Todo lo que alcancé a ver en ese momento fue al capullo que me empujó. Era un tipo bajo, regordete y con una gran barba blanca. Vestía un extraño traje de cuadros verdes y marrones. Parecía sonreírme de forma malévola y me señalaba con unas uñas largas y sucias   mientras veía cómo estaba a punto de convertirme en puré gracias a las vías ferroviarias. 

Todo empezó en el andén de la estación. Estaba mirando el reloj que marcaba el tiempo de paso del próximo metro. Éste llegaría en 12 segundos exactos. También faltaban 12 segundos exactos para que el año Nuevo diera su comienzo. Y… pum, el tío me empujó sin miramientos al darme la vuelta.

Y sí… habéis leído bien. Me mataron el día de fin de año… la noche, más bien. Mágica para algunos, deseando borrar sus fracasos del año anterior con el cambio de dígito. Desesperanzadora para otros, que ven cómo sus vidas siguen estancadas mientras se acumulan los años en sus hombros.



En fin… Después de que esa luz intensa me bañara por completo, hubo oscuridad y noté como me despeñaba por un pasillo totalmente largo. Era como si me hubiese caído a un profundo pozo del cual ya no podría salir jamás. Pero al rato, de repente, sentí mi cara estampada en el frío suelo.



Frente a mí se extendía una amplia habitación con una luz tenue que venía de unos aparatosos candelabros. Cuando alcé la vista, justo delante de mí pude ver una escalera que alzaba un pequeño espacio con 2 tronos y 3 personajes desconocidos.

En el primer trono, un poco más elevado que el otro, estaba sentado un hombre joven alto y delgado. Era moreno, con ojos color avellana y una pizca de verde. Tenía una barba de tres días y vestía una sudadera negra con cordones blancos en el cuello, un tejano y bambas azules con suela blanca.

En el segundo, una chica bajita y delgadita muy bien arreglada. También morena y con un corte de pelo escalado. Sus ojos eran negros y profundos pero de expresión triste. Vestía unos zapatos de plataforma azules con suela de madera, una mini falda marrón chocolate con un toque de tul en el extremo y un jersey azul eléctrico.

La otra figura, sentada en las escaleras delante del trono de la muchacha, era un hombre rubio, regordete y feúcho (en contraposición a los otros dos personajes), vestido con un traje negro y polvoriento y un extraño sombrero verde con una pluma marrón. Su nariz era aguileña y sus ojos de un azul intenso.

    

- ¡Hummmmm… llegas tarde! Te esperaba antes- me espetó el hombrecillo. 


- ¡Ohhh vaya! ¿Disculpe por llegar tarde hasta a mi propio… infierno?- dije con incredulidad mientras acababa de despegar mi cara del suelo de piedra y me sacudía el polvo de la ropa. 


- ¡No seas ridícula y pongámonos en marcha! Debemos enfrentarnos al Año– se alzó de un brinco y me agarró de la mano. Con la otra señalaba de una forma violenta un reloj de bolsillo antiguo.



- ¿Enfrentarnos al qué? Eso no suena muy productivo     considerando que estoy muerta y que no viviré otros años- mi tono de voz iba en aumento e iba adquiriendo un tono sarcástico-. ¿Es éste una especie de juicio final? 

- ¡Basta de estupideces! Un año te mató, debemos apresurarnos para entrar en el nuevo o te quedarás en el limbo y nos condenarás a todos el revivirlo una y otra vez, sin opción de avanzar. ¿Y creo que no hace falta recordarte que ha sido el peor año de tu vida, no?

- ¿Ahhh pero no lo estaba reviviendo ya? Por si no te habías enterado… todos mis años son lo mismo… que digo años… todos los días. Pero sí, creo que éste ha sido el que se lleva la palma.   


- ¡No me digas, sabionda! Ves de qué color es este sombrero… eso quiere decir que es nuestra última oportunidad.  


Enseguida me arrastró delante de 1 pequeño pero largo pasillo. Los dos personajes sentados en el trono callaban, pero alcancé a ver rodar unas lágrimas cristalinas y brillantes por la cara de la muchacha.


- ¿Parece  que estemos dentro de la casa de Bilbo Bolsón?


- Me muero de la risa –me lanzó una mirada sarcástica-. Debemos pasar antes de que se cierre.


- Ahh sí, que bien –dije entre dientes-. Total que me puede pasar más…- y crucé el pasillo seguida del hombrecillo.



Salimos a una habitación que me resultaba familiar. Y empezamos a escuchar risas que se empezaron a transformar en sollozos todo acompañado con música de fondo. Pero no había nada ni nadie. De repente, empecé a sentir alegría, ilusión pero rápidamente eso se transformó en angustia, ansiedad, miedo, soledad… reviví cada emoción de esos 365 días de ese maldito 2017. El año en que lo perdí todo.



 - ¿Porque estamos aquí? ¿Qué sentido tiene volver a esto? ¿No fue suficiente?- le dije de forma desesperada-.


- Es la primera parada. Volver a revisar el resultado de tus de tus efímeras alegrías y también de las cicatrices,... de todas las emociones que te llevaron a crecer con tristeza en tus miradas y en tus formas.   


- No necesito que un puto duende me lleve a mi habitación para decirme eso, para mostrarme que crecí en el patrón de la tristeza. No necesito revivir el dolor ¡Yo ya se lo que he vivido! ¡Ya se en lo que me he equivocado! Lo que dije a destiempo y lo que no dije y lo que acarreó el hacerlo o no. ¡Puto año! Destructor de sueños, de esperanzas, de fe, de amistad, de amor, de planes, de hobbies… ¿Y tú quién eres? ¿El puto fantasma de las navidades pasadas? ¡No hay navidad para mí, no hay año para mí, ¿no entiendes?!


- No puedes cambiar nada cierto, ni dejar de sentir eso. Siempre quedarán estas cicatrices. Pero inicias un año en blanco. Y ahí puedes escribir nuevas historias. Se te ha dado un último cartucho.


- ¿¡Escribir qué!? ¿Acaso no te acabo de decir que perdí todo? ¿Para qué coño quiero un nuevo año?


- Y sin embargo sientes que necesitas escribir algo nuevo. Algo que quizá sí que salga bien.  


- Tú mismo has dicho que no puedo borrar ni cambiar nada. ¿Crees que un nuevo año va a ser más feliz, que voy a vivir sin esos temores?


- Cierto, siempre te perseguirá. Pero quédate con lo bueno que sentiste e hiciste. En eso nada fue equivocado ni falso. Ahora es un nuevo año, un nuevo lienzo.


- Claro, que palabras más bonitas. Lo siento de veras pero ¿sabes? Creo que tendría que darle las gracias al gilipollas que me apartó del 2018. Dicen que la muerte es una habitación blanca sin fin ¿no? Buenas noticias, como acabas de decir, este año empezaba en blanco así que… no hay nada que temer- Abrí la puerta de un tirón y aparecí en una especie de ataúd.



- ¿Qué coño? ¿Se supone que creen que saldré como Uma Thurman? Ehhh, ¡enano! ¡Esto no tiene gracia! ¿Que se supone que debes enseñarme, el tiempo que se tarda en ser devorada por gusanos?


- Está bien, está bien… Quería que tuvieses una entrada impactante- escuché como alguien me hablaba y chasqueaba los dedos. De repente, aparecí a su lado en un cementerio-. Cómo recuerdas, llegaste aquí después de una muerte un tanto violenta. Pues bien, aquí es donde vives ahora después de aquello- me señaló la lápida en donde estaba mi nombre.


- Ahhh… que agudo – le miré con cara de asco.

Chasqueó los dedos y me llevó hasta un comedor. Allí pude ver a rostros familiares, pero rostros a los que no quería enfrentarme.


- No necesito ésto. No hay nada que decir, nada que ver ni nada que esperar. Todos están mejor sin mí. Se esfumaron muchas cosas desde aquel momento. Siento que también 
desaparecieron junto a todo.


- Creo que deberías enfrentarte a ello para avanzar hacia un nuevo camino.


- No puedo. Diría tantas cosas, pero sólo servirían para rememorar mis faltas.


- Dímelas a mí o sólo piénsalas. Ellos no nos pueden escuchar, ni pueden juzgar.


- ¿Juzgar? Eso es lo que siento que han hecho toda la vida. Eso es lo que siento que todos ellos hicieron. Les diría que me han hecho mucho daño, les diría que hacía todo por ellos, sobre todo por él. Y que me juzgaron y que me abandonaron cuando más lo necesitaba. Que me dejaron rota, quebrada. Que les aprecié, que les admiré y que les quise. Que pretendía integrarme y sentí que por fin encajaba. Luego todo eso se desvaneció. He sentido mucho daño, muchísimo.


- Y lo sentirás. Te dije que una parte de ti siempre se quedara con estas cicatrices. Pero… aprender a crecer también es despedirse. Creo que es hora de hacerlo.

Cerré los ojos y me imaginé que mentalmente hablaba con cada persona de aquella habitación y que por fin, les decía todo aquello que les debía contar. Cuando acabé abrí los ojos y vi que me encontraba en una habitación completamente blanca.


-Ésta es la última sala.


- ¿Pero y aquí que hay que hacer? Es una simple habitación blanca sin nada.


- Éste es tu nuevo año si lo quieres. En blanco. Para empezar de 0 y escribir un nuevo relato. Nuevos planes, nuevas ilusiones, nuevos proyectos… lo que tú quieras, si es que lo aceptas.

Entonces una puerta se abrió y apareció en el umbral la misma chica del trono pero esta vez vestía unos tejanos, unas bambas Adidas con dos bandas doradas y una roja y una sudadera blanca. Me tendió la mano y sonrió.


- ¿Empezamos la carrera?- me preguntó.


En la profundidad de sus ojos se reflejaba todo lo que había vivido. Ella nunca sería igual, nunca sería una simple niña sin preocupaciones. Pero en su tacto se sentía una mínima fuerza, firmeza. Y con paso decidido me llevó hasta la puerta.

Nunca más los vi. En un abrir y cerrar de ojos volví al principio. Recuerdo estar a 12 segundos de tomar un metro y a 12 segundos de escuchar la última campanada. Pero no llegué a coger ese metro y no llegué a perderme la última campanada. 

En ese andén, el primero que me felicitó el año era un hombre joven y delgado que llevaba un sombrero verde con una pluma marrón. Y volví a casa, después de habernos sonreído.

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