Cartoons forever Special Edition: Disney

Hace tiempo, mucho tiempo... las historias de los hermanos Grimm servían como guía de enseñanza (a pequeños y a grandes). A través de cuentos sangrientos que revelaban emociones brutales, pero reales y humanas, daban enseñanza a los peligros de la sociedad. 

En ese marco, se encuentra otro "storyteller" (queda más profesional que cuentacuentos, pero viene a ser lo mismo *o_0* ). El danés Hans Christian Andersen también hizo su incursión en la literatura infantil: convirtiéndose en el autor del cuento que a continuación voy a desgranar; en su versión macabra y en su propósito, y no la versión edulcurada que presiona a las pequeñas en convertirse en una sumisa Sirenita, que pierde a su príncipe (los de verdad, destiñen) en manos de otra... y sí, para siempre (nada de comer en un barco con la bendición de Tritón). Después de esto, creo que prefiero la original y todo. 

Empecemos, pero antes un inciso. Para empezar, las sirenas no son tan bonitas como las pintan (y si no que se lo digan a Odiseo... ejem, Ulises para los amigos). Las sirenas son criaturas legendarias pertenecientes al folclore y las leyendas. Aunque en un principio se mostró como híbridos de mujer y ave, posteriormente la iglesia las convirtió en representantes de la voluptuosidad y asimiló sus cantos con el atractivo de las falsas doctrinas (vaya por Dios, como si fueran las descendientes de Lilith).
Más posteriormente se identificó a estas criaturas como doncellas marinas que engañaban a los navegantes con su belleza y la dulzura de su canto. Con cuerpo de virgen pero con una escamosa cola de pez.
Pues bien, de este tipo es nuestra Sirenita. 
Más info sobre mitologías acerca de Sirenas
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En el fondo del océano había un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar (Tritón). Habitaba unto a sus hijas, cinco bellísimas sirenas (vaya, no podían ser feas no).
 
La Sirenita, se caracterizaba, a parte de su bellísima voz, de una cierta curiosidad por los misterios de la superfície y exclamaba a menudo cuánto le gustaría salir a la superfície a investigar ese mundo tan extraño y atrayente. Soñaba con el mundo de los hombres el cual conocía a través de los cuentos de sus hermanas. Cuando llego a su 15 cumpleaños, con permiso para salir a la superfície, nadó rauda y veloz a que la luz del sol le acariciara la piel. La asombrosa visión del cielo estrellado le hizo estallar de alegría, más aún cuando se dió cuenta que una nave se acercaba a su posición. A bordo, vítores hacía un joven moreno, alto y de porte real. Es ahí cuando nuestra Sirenita se enamoró y vivió la angústia por no poseer dos piernas.
 
De repente, una tormeta azotó el mar que se encrespaba cada vez más. Los gritos de ayuda de la Sirenita fueron silenciados por el rumor del viento y las olas, que cada vez más altas acabaron por engullir la nave y hundir el barco. Después de muchos esfuerzos, nuestra Sirenita salvó a su príncipe, el cual había caído insconsciente al mar. Al alba, lo regresó a la playa, transmitiéndole todo el calor posible para que volviera en sí, hasta que voces extrañas le hicieron huir. Eran tres damas, y el príncipe no tuvo otra cosa que hacer que despertar y agradecer a la más bella su ayuda ("unas cardan la lana y otras se llevan la fama"... habría pensado nuestra Sirenita que rota de dolor se retiró al mar y a su habitación de palacio). Y es que sabía que su amor por él era imposible, sin esperanza (sigue sorprendiéndome como se enamoran tan rápido).
 
La única que la podía socorrer era La Hechicera, pero cuál sería el precio a pagar? Muy caro, de eso no hubo duda. Cada paso que daría con sus nuevas piernas sería como andar entre cristales y daría su voz a cambio de la pócima. no obstante, el amor por él haría sacrificar su bienestar. Se le impuso una última condición: si el se casaba con otra y no conseguía su amor, la Sirenita moriría desapareciendo para siempre en la espuma de la ola.


-"¡Acepto!"- y con estas palabras consintió el acuerdo y sin dudar le pidió el frasco que contenía la poción prodigiosa. Se dirigió a la playa y, en las proximidades de la mansión, emergió a la superficie; se arrastró a duras penas por la orilla y se bebió la pócima de la hechicera. Un fuerte dolor le inundó haciéndole perder el conocimiento y cuando volvió en sí, entre brumas, su héroe apareció, el cual la llev al castillo para curarle las heridas y descubrir el misterio que no le podían contar sus labios pues estaba muda. 
Durante los días siguientes, para la Sirenita empezó una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompañaba al príncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y como había predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le producía atroces dolores. Aunque no pudiese responder con palabras a las atenciones del príncipe, éste le tenía afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tenía en su corazón a la desconocida dama que había visto cuando fue rescatado después del naufragio, sin saber que era ella.  

Un día, desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el príncipe decidió ir a recibirla acompañado de la Sirenita. La desconocida amada se apeó del barco y, al verla, el joven corrió feliz a su encuentro. La Sirenita, petrificada, sintió un agudo dolor en el corazón y en aquel momento supo que perdería a su príncipe para siempre. Pronto, el príncipe pidió la mano a la joven, y la dama lo aceptó con agrado, puesto que ella también estaba enamorada (esto es ir rápido y lo demás son tonterías). 
Al cabo de unos días de celebrarse la boda, los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todavía en el puerto. La Sirenita también subió a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo.
Al caer la noche, la Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado, subió a cubierta.  Dolorida, deprimida y sola, recordó la profecía de la bruja y estaba a punto de suicidarse cuando voces procedentes del mar le instaron a matar a su amado  con un puñal mágico para volver a ser una sirena.

Como en un sueño, la Sirenita, sujetando el puñal, se dirigió hacia el camarote de los esposos. Mas cuando vio el semblante del príncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subió de nuevo a cubierta. Cuando ya amanecía, arrojó el arma al mar, dirigió una última mirada al mundo que dejaba y se lanzó entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma. Al rayo del sol sobre el mar, la Sirenita por una fuerza misteriosa subió hacia lo más alto del cielo. Desde allí miró hacia abajo, hacia el mar en el que navegaba el barco del príncipe, y notó que los ojos se le llenaban de lágrimas. Estaba con sus nuevas hermanas, hadas del aire. Y envuelta en una nube color de rosa se elevó hasta el cielo.

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