Para todos los adultos que no deben perder a su niño interior. A algunos que lo conservamos nos llaman locos, majaretas...
Pero, como dijo el Sombrero Loco (y de sombreros va la cosa), las mejores personas lo están.
"Encontrado en una pequeña tienda, escondido
entre desfasados cómics, se diferenciaba por su aspecto burlesco e infantil. Era
todo negro, del cual se erigían dos orejas puntiagudas y curiosas y unos ojos
brillantes serigrafiados. Con él, recordaba su infancia; los días en los que
vivía entre dibujos manga con los ojos enormes y sonrisas de gato. Había
encontrado por fin el sombrero apropiado y al ponérselo en su cabeza se abrió un
mundo de recuerdos ante él. Como si de un abanico se tratara, su mente voló a
los sitios donde había estado de pequeño, sintiendo el olor a caramelos y a
frutas que desprendía su universo infantil enmarcado por nubes rosas y pompas
de jabón. Además, sentía que ese extraño atuendo era como un escudo que repelía
las preocupaciones y lo protegía de elementos indeseables a las que le sometía
el caprichoso destino. Podía ser niño otra vez; ése que ansiaba vivir, ése que
bailaba con las estrellas sin temor a ser observado, ése que creaba universos
imaginarios, el que siempre bromeaba para robar sonrisas, el que siempre
sonreía para robar besos. Volvía a sentirse niño otra vez pero temía que al
quitarse el sombrero volvería a sus cavilaciones de adulto."
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