Los productivos y nucleares años 80

Después de tanto tiempo me aventuro a compilar tres sinopsis en una intentando demostrar que tres series parecen estar conectadas y/o tener un desencadenante común: la energía nuclear y sus consecuencias poderosas más allá de la radioactividad.

Se suele decir que cualquier tiempo pasado fue mejor y estamos viviendo una época de revivals, ya que al parecer vuelven a estar de moda tiempos pasados mejores, aunque sea con algunas nuevas interpretaciones.
Sobretodo volvemos a recordar esa década de los años 80 donde se siente que todo empezó…

Con la nueva serie de HBO nos trasladamos al año 86 hasta la utópica ciudad de la Unión Soviética de Pripyat (utópica no porque no existiera, sino porque se consideraba una gran población moderna gracias al avance con la nueva incipiente central nuclear). Y nos trasladamos a ese lugar precisamente, a la famosa central de Chernóbyl. Concretamente en el terrible accidente nuclear que tuvo lugar una noche de primavera de Abril del `86, provocado por la explosión del cuarto reactor.
Una sucesión de errores formó una enorme subida de potencia y una gran fusión en el núcleo que lo dejó descubierto liberando una gigantesca nube radioactiva hacia toda Europa. Sobra decir que todos los residentes fueron evacuados debido a los altos niveles de radiación que sobrepasaban los estándares de seguridad. Pero eso es lo que desea mostrar Chernóbyl; bajo qué condiciones, bajo qué consecuencias y sobretodo, bajo qué mentiras. 


Con un alto contenido científico, creada por Craig Mazin (curiosamente dedicado a producir comedias al uso como Scary Movie), HBO presenta una serie real, tratada con el respeto que se debe y descrita como una serie de terror enmarcada en un suspense político.
Protagonizada por unos brillantes y veteranos actores (Jared Harris, Stellan Skarsgard y Emily Watson) se nos muestra el accidente, la serie de errores humanos que lo desencadenaron, y sus consecuencias a través de los personajes reales de Valery Legasov, Boris Scherbina y Ulanka Khomyuk, respectivamente (ésta última no fue un personaje real pero se formó para dar voces a la comunidad científica que estuvo implicada). Personas de carne y hueso que no sólo fueron artífices de los trabajos de contención y evaluación de la catástrofe, sino que acabaron siendo víctimas de la radiación y de la política de silencio.

Para entender Chernóbyl, Svetlana Aleksiévich (premio Nobel 2015) nos propone una narrativa que recoge los testimonios de los supervivientes a tal desastre. Una literatura que se articula, como en la serie, alrededor del auténtico drama humano que provoca sobretodo la falta de información. Y es que nadie comprende muy bien la magnitud de lo que acaba de pasar, ni siquiera los responsables de la central que demuestran una grave incompetencia y avaricia que pondrán en peligro bomberos y equipos de salvamento, a los que no se les explica que el mero hecho de hacer su trabajo les comportara una muerte agonizante (reflejada en los duros episodios de la historia de Liudmila y Vasili).

Por otra parte, no podemos ignorar la posición de una Unión Soviética que se desmorona por no enfrentar y reconocer la situación gestionada torpemente a veces y acertada en otras. Incluso vemos perfilado el hilo conductor de las teorías conspiratorias de EEUU antes de enfrentar un error grave de los jefazos de la central. De hecho, tras el visionado de la serie, Rusia acaba de anunciar que hará su propia Chernóbyl, desdibujando posiblemente la realidad del terrible episodio y pervirtiéndola hacia un episodio más y conspiranoico de la guerra fría contra USA.
Sin muchos ornamentos y unos potentes diálogos, Mazin nos retrata una desesperación y un drama humano, interrumpidos por ese gran enemigo al que no vemos, pero sólo su zumbido nos conecta con una muerte anunciada. El zumbido extenuante de la radiación.

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Y pasamos de un desastre real a otros de ficción pero que probablemente tengan su inicio en la misma causa que el anterior. Empezamos con la bien acogida Stranger Things, también ambientada en la década de los 80.

El pueblecito de Hawkins ha sido asolado ya durante 3 temporadas por monstruos salidos de una partida de rol. Stranger Things se ha postulado como candidata a seguir los preceptos de los grandes clásicos tales como la invasión de los ultracuerpos de los años 50 (que a su vez tiene un remake de la década de los ’70 y el de los ’90 con la película The Faculty).

En esta tercera temporada entonces ya no hay demodogs ni demogorgons pero sigue habiendo un boss final alienígena de este mundo paralelo y oscuro. Como exponíamos antes, nos enfrentamos a clones impostores de nuestros vecinos de Hawkins, los cuales esta vez no surgen del capullo de una planta bananera (como en la mencionada película más arriba) sino que son dirigidos por este boss (que se divide en sus cuerpos cual mitosis) y su mente colmena.

En esta temporada, los personajes se dividen para afrontar cada trama que funciona por separado pero con un denominador común que se desvela cuando todos se vuelven a juntar en los últimos episodios, después de atar todos los cabos y las consecuencias. Si bien hemos explicado que los malos esta vez son las copias baratas producto de una hidra cabreada que se reproduce (a los que hace frente el primer equipo formado por El, Mike, Lucas, Max y Will), parece ser que apremia la necesidad de introducir un enemigo real y más palpable. Y ahí es donde los rusos entran otra vez en juego, pues son los responsables de la apertura de este portal intradimensional a este submundo, el cual fue cerrado causando un agotamiento extremo a nuestra querida Eleven (recordamos otra vez que estamos inmersos en el contexto de la guerra fría)

Por eso la segunda trama se centra en un mensaje cifrado en ruso que intentan descubrir el grupo formado por el ahora “adorable loser” Steven y nuestro amigo Dustin, a los cuales se añadirá Robin y la hermana de Lucas (otra potencial nerd aunque ella se mantenga en sus trece de que es más que eso, o menos, según se mire). Dos nuevas integrantes en este grupo que sin duda han dado la talla y han tenido la aprobación de todos los fans.
El tercer equipo lo forma el binomio creado por Jonathan y Nancy, también inmersos en una incipiente vida laboral precaria. Nancy, dibuja el personaje a la perfección del empoderamiento femenino de la serie (en respuesta al machismo de los jefazos de su periódico) y se convertirá en la detective de esta temporada gracias a una intuición, emulando a Louis Lane, que le llevará a conocer el principio activo de nuestro Azotamentes.
Por último, nuestro querido Hopper y su bien amiga y amada Joyce, la cual esta vez se obsesiona porque los imanes de su nevera no actúan de forma normal. Y todo eso, y sin esperarlo, derivará en una persecución trepidante por un terminator ruso y/o disertaciones sobre campos electromagnéticos.

Apoyada por algunos asiduos a la red social y generadora de Spoilers por excelencia, Reddit, el accidente de Hawkins se ha querido conectar con el de Chernóbyl, y no sólo por la presencia de Europa del Este en el asunto (como hemos remarcado antes) sino porque el Upside Down se perfila como reflejo del paisaje desolador, arropado por una bruma tóxica, como es el de la central nuclear soviética después del escape radioactivo.
Y no es descabellado, recordemos que la apertura del portal se produce al menos por vez primera, en las instalaciones del departamento de Energía y que la Stargate que quieren volver a abrir nuestros amigos y vecinos rusos se parece a la bola de energía que más tarde aparecerá en nuestra tercera conexión.

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Volvemos a Europa con una tercera serie que ha roto también cualquier pronóstico y se ha posicionado como una de las mejores en sus ahora mismo 2 temporadas (está prevista una más después de esta reseña). La serie de ficción alemana Dark arranca salvajemente, con una estética sombría y muy parecida a Stranger Things (1ª temporada) pero que poco a poco y de forma dosificada se llenará de incógnitas que implican mucho más que la desaparición de Mikkel.

La serie no tiene una ambientación de los años ’80… ¿o sí? La ficción se emplaza en el pequeño pueblo de Winden en el año presente 2019, sin embargo, la desaparición de Mikkel desempolvará muchos secretos y…, ahí va el Spoiler,… viajes en el tiempo.
La desaparición del chico entonces ya no se centra en saber cómo ni dónde, sino cuándo. Y Ohhh amigos, redoble de tambor… Mikkel se traslada al año 86. Dark trabaja entonces con algo tan fascinante y tan complejo como los viajes de Michael J.Fox en sus regresos al futuro (casualmente la primera peli fue del año 85).

A través de ese viaje temporal iremos descubriendo las relaciones familiares, cuatro árboles genealógicos, y no sólo ya en la década en que aterriza el desaparecido Mikkel sino en otras más; la década de los años `20 (marcada por la Guerra Mundial), la de los años `50, el presente de 2019, pero también un futuro post apocalíptico de 2053: ciclos de 33 años.
¿Y ya sabemos lo que los ciclos de 33 años representan en la historia astrológica? Pues un nuevo comienzo del ciclo. Se produce el llamado ciclo lunisolar en dónde el Sol se encuentra en el mismo día y en el mismo minuto de longitud del día de nuestro nacimiento. Por lo tanto, en ese momento el Sol se encuentra en la misma posición en la que estaba en nuestra carta natal y así cada 33 años se inicia el ciclo provocando transformaciones, movimientos energéticos, finales e inicios. Algunos han interpretado estos ciclos como una vuelta del tiempo sobre sí mismo, como un ciclo en el que ciertos sucesos podrían volver a repetirse.

Por eso este ciclo en Dark, por eso la obsesión a que todo se renueve, a decir que todo comienza y que puede ser cambiado o puede suceder lo mismo (veamos las conversaciones de Jonas con su yo Adam y lo que tiene que hacer y/o provocar). Es ahí desde donde parte toda la complejidad; en lo que debe hacerse en un tiempo pasado para que repercuta en el futuro y tal vez en nuestro pasado a la vez, una bola inmensa de ecuaciones que están a la altura de la teoría de cuerdas. ¿Existe el pasado, el presente, el futuro?, ¿Quizá nuestro presente es determinado por nuestro futuro y no por nuestro pasado? ¿Quizá nos hemos encontrado con nuestros yos futuros o pasados y/o nos hemos percatado hasta que nosotros repitamos la historia y veamos nuestro reflejo?...
Tales paradojas hacen que el desaparecido Mikkel, sea aquel niño del futuro que viajó en el pasado y que en el futuro, por lo tanto, también es padre de Jonas, nuestro protagonista. Que Ulrich Nielsen descubra 33 años después, y cerca de la planta nuclear de Winden, que su hermano desaparecido en el año 86 se encuentre en 2019 con el cadáver intacto y sin signos de putrefacción. Que Claudia Tiedemann sea la causante de la muerta de su padre cuando en principio hacia todo lo posible para evitarla. O que el mismo Jonas (en la personalidad de Adam) mate a su amada Martha a la que tanto quiere proteger el Jonas viajero de 2019 (casualmente esta Martha será su tía en realidad… ¿os recuerda a Juego de Tronos tal vez con Danerys y John?).

Y ohh amigos aquí el segundo redoble de tambor que conectaría a estos años nucleares… La apocalipsis de Winden del año 2019 se produce a causa de… ¡Tachán! Un accidente nuclear. Y de hecho, vemos las señales, como las caídas de pájaros muertos por todo el campo. Además, ya cuando viajamos en los años ’80, vemos como la central nuclear encierra en la cueva (donde empieza todo el viaje) cientos de residuos tóxicos. Y vemos (como indicábamos antes) como en el futuro hay una gran bola de masa que es la materia negra que permite estos viajes en el pasado (bola negra formada por estos residuos radioactivos).

Pero todo esto se complica más de cara a una tercera temporada y así nos lo rematan en el final de esta segunda. Aparece Martha, que ve a su yo yaciendo en el suelo y se lleva a Jonas a un nuevo mundo. Es entonces cuando ya nos explota más la cabeza, y preparamos nuestros pocos conocimientos físicos y empezamos a desempolvar libros como la máquina del tiempo o el universo elegante para intentar vislumbrar lo que va a pasar en la temporada final de Dark.


Tres conexiones, tres series de moda. La triada nunca funcionó mejor.

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